28/07/2021

Las contradicciones de las tierras raras: su uso para la descarbonización de Europa frente a su proceso de extracción poco eficiente

El Pacto Verde presentado recientemente por la Unión Europea, junto con los proyectos de descarbonización y transición ecológica del Gobierno de España ponen el foco en la sustitución de vehículos de combustión por coches eléctricos.

La sustitución de combustibles fósiles y la generación de energía a través de fuentes renovables como la eólica o la solar profundizan en el desarrollo de una Europa y una España sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.

Sin embargo, este proceso al igual que las industrias implicadas, tienen como denominador común el uso de lo que se llama “Tierras Raras”, un conjunto de 17 elementos, que como recoge el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos de España “ni son tierras, ni son raras”.

Estos minerales son imprescindibles para la fabricación de los motores eléctricos modernos (samario); para obtener el rojo de las televisiones de plasma (europio, itrio); o para los cristales de los láser y en el sector cerámico (neodiomio, holmio). También se utilizan en los procesos catalíticos del refino de petróleo, en las cerámicas técnicas y superconductoras, en la fibra óptica….

Localización: efectos geopolíticos

Se trata de 17 elementos químicos más abundantes de lo que parece. El problema principal es que están localizados, en su gran mayoría, en China y esto introduce en su comercialización y disponibilidad factores geopolíticos y económicos.

Se estima que en el mundo hay entre 80 y 12 MT de las que el 90% están en China. La mayor cantera está en Bayan Obo, al norte del país y este volumen de suministro es un arma en las negociaciones comerciales y arancelarias entre China y Estados Unidos.

Otros países como el propio Estados Unidos, La India, Australia y Brasil también disponen de reservas, pero todavía no las explotan al nivel del país oriental.

También España cuenta con ciertas reservas. Sin embargo, los procesos de extracción de estas tierras raras son muy agresivos medioambientalmente y esto provoca el rechazo entre los habitantes de la regiones donde se ubican dichos yacimientos.

Extracción altamente contaminante:

En el caso de la gigantesca mina de Bayan Obon, las imágenes son elocuentes. Un erial salpicado de balsas de agua y tierras negras donde no crece nada. Además, en este caso se da una alta contaminación por radiación porque también se extrae uranio.

El proceso de extracción es complejo porque estos materiales no se encuentran en estado puro, sino que se encuentran en óxidos o silicatos. Y también su posterior reciclado es complicado.

En el caso de España, la localidad de Matamulas en Ciudad Real, acoge un yacimiento de Monacita de la que se extrae neodimio y preseodimio.

El praseodimio se utiliza como un agente de aleación con el magnesio para crear metales de alta resistencia que se pueden utilizar en motores de avión. También forma parte de las luces de arco de carbón que se utilizan en la industrial del movimiento de imágenes, entre otras aplicaciones.

El neodimio, por su parte se utiliza para crear cristales que se usan en espectómetros y filtros de radiación infrarroja; o para sustituir la pintura metalizada de los coches y las sales de neodimio se utilizan como colorantes de esmaltes.

Estas aplicaciones industriales hacen de estos dos materiales unos productos altamente demandados por diferentes sectores. Se estima que el yacimiento de Castilla-La Mancha podría abastecer a la industria española e incluso exportar a otros países europeos.

Sin embargo, este proyecto está paralizado por el Tribunal Supremo porque afecta al hábitat de dos especies protegidas (el águila real y el lince) y por la gran cantidad de agua que se requiere para su extracción.

Así, todo el proceso de transición energética depende de estos 17 minerales, centralizados en China y que incrementa la dependencia de la industria europea del gigante asiático. Por si no fuera suficiente, estos minerales requieren un proceso de extracción complicado, ineficiente y contaminante. Y los ciudadanos europeos no están dispuestos a perjudicar sus espacios naturales y paisajes, pero sí a adquirir productos que requieren de estas sustancias. Toda una contradicción del mercado europeo.

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